jueves, 27 de marzo de 2025

HABLANDO DE TEATRO SMSUEÑOS DE OPERA.

HABLANDO DE TEATRO SMSUEÑOS DE OPERA.

Por : #EnriqueBribiesca

La escena no espera el telón; simplemente es. En el centro, una plataforma se erige como un universo en sí mismo, un espacio suspendido en el tiempo donde la música y el teatro convergen. Diversas escaleras rodean la estructura, como caminos que conducen a recuerdos, posibilidades o dimensiones paralelas. A su alrededor, los músicos no son meros acompañantes; son testigos y cómplices de un ensueño que desafía la linealidad del tiempo.

Desde el primer acorde de La traviata, la realidad comienza a fragmentarse. La soprano, cuya voz parece trascender el presente, se encuentra atrapada en un limbo donde un misterioso personaje la guía en la reconstrucción de un mundo que se resiste a desvanecerse. La dramaturgia de Catalina Pereda se desliza entre lo tangible y lo onírico con una naturalidad pasmosa, logrando que el espectador se sienta parte de esa compañía de ópera atrapada en la memoria del teatro.

La dirección artística de Sergio López Vigueras entiende a la perfección que aquí no hay bordes definidos, que todo es tránsito. La escenografía o más bien la ausencia de una en su sentido tradicional, refuerza la sensación de un espacio mutable, donde cada escalera es una posible puerta a otro instante del pasado.

La música, bajo la batuta de José Miguel Delgado, no es solo un acompañamiento, sino el alma misma del espectáculo. De Verdi a Marcela Rodríguez, de Jomi Delgado a Mozart, cada pieza es un hilo que teje esta ensoñación compartida. Y es precisamente Delgado quien, además de su aportación musical, encarna la esencia del misterio, el guía que desafía a la protagonista a redescubrir el arte como si fuera la primera vez.

El elenco en su totalidad se sumerge en la propuesta con absoluta entrega. Catalina Pereda, además de ser la arquitecta del texto, nos regala una interpretación que equilibra la vulnerabilidad y la determinación de quien se enfrenta a su propia historia. Alejandro Márquez y Lydia Rendón aportan capas de profundidad a esta compañía varada en el tiempo, dándole cuerpo y emoción a lo que podría haber sido solo un eco.

Aquí no hay un cierre convencional. No hay telón que caiga ni una frontera clara entre el final y el silencio. Solo queda la sensación de haber habitado un sueño donde la música, la voz y el teatro se niegan a desaparecer. Porque, mientras haya quien escuche, el arte seguirá encontrando caminos para existir, incluso en los espacios más inesperados.
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