HABLANDO DE CINE | MEMORIAS DE UN CARACOL : VIAJE AL CENTRO DE LA FRAJILIDAD.
Por: #EnriqueBribiesca.
"Memorias de un Caracol": Viaje al centro de la fragilidad.
Hablar de Memorias de un Caracol, es hablar del alma humana, en su estado más desnudo. Es detenerse a mirar a ese ser pequeño, lento, qué carga su casa a cuestas como quien arrastra un pasado lleno de heridas, de silencios, y de memorias que duelen. En esta joya de animación stop motion no hay espectáculo visual gratuito; hay profundidad, hay vida rota, hay una poesía que se arrastra y se esconde entre pliegues de plastilina que parecen palpitar.
La protagonista, Grace Puddle, no solo es un Caracol: es todos nosotros. Es esa niña obligada a sobrevivir en un mundo que la rechaza, que no la entiende, que la margina.
La travesía por hogares sustitutos, familias fracturadas, y dogmas disfrazados de amor, es el retrato de miles de infancias rotas, por sistemas que olvidan la ternura.
Desde la psique humana, la película es un tratado de la disociación: cómo nos alejamos de lo que somos,para poder seguir vivos.
Grace, al igual que su hermano Gilbert, aprenden a mentirse, y a fragmentarse, ¿Cuántas veces cargamos, como el caracol, con un caparazón que no es nuestro?
El duelo es otro protagonista silente, pero siempre presente. El duelo por la madre que muere, pero también por los abrazos que no se dan, por la infancia robada, por la identidad negada. Grace y Gilbert, no solo pierden a sus padres,la vida los aleja.
Desde la psicología del apego, la película nos enfrenta al terror del abandono, y a la desesperada búsqueda de pertenencia. Porque cuando no hay un lugar seguro, uno aprende a esconderse en uno mismo.
La homosexualidad, tratada desde la experiencia de Gilbert, es una herida abierta. Su paso por una familia religiosa que intenta "corregirlo" con prácticas de conversión es uno de los momentos más estremecedores del filme. Desde la psicología clínica, sabemos que estas prácticas son una forma de tortura emocional que destruye el autoconcepto y siembra vergüenza y odio hacia uno mismo. La película no escatima,en mostrar lo cruel que puede ser el amor,cuando se distorsiona con dogmas.
Ahí están también el poliamor y la hipocresía afectiva: la exposición de Grace a una pareja de adultos que, en nombre de la libertad, olvidan los cuidados. No se condena el poliamor, pero sí se señala su distorsión: cuando el deseo se antepone al cuidado, cuando el placer borra la presencia. La psicología vincular,nos recuerda que el afecto no se mide por estructuras, sino por la calidad del vínculo.
La religión aparece como refugio y prisión, una fe que podría sanar, pero que se convierte en herramienta de control. Lo que debía ser consuelo se transforma en castigo. No hay redención en la imposición, sólo más culpa. El alma de Gilbert se disuelve entre versículos, entre himnos que suenan más a amenaza que a amor. Y así, la película muestra cómo lo sagrado puede volverse instrumento de abuso cuando se impone con miedo.
Sin embargo, Memorias de un caracol no es una obra oscura. Es profundamente triste, sí, pero nunca desesperanzada. Por que incluso en el dolor más crudo, la historia de Grace y Gilbert está atravesada por algo más fuerte que todo: la resiliencia. Esa fuerza suave, que tienen los que han sobrevivido. Esa capacidad de seguir, aunque sea a paso de caracol.
Hay en esta película una belleza que no grita, que no necesita decorado,la belleza de la humanidad rota, pero viva. La belleza de los que, pese a todo, se permiten amar. Por que al final, esta historia nos dice que el caparazón, por pesado que sea, también puede ser un nido. Y que en nuestras memorias por más dolorosas que sean,está escrita la historia de cómo fuimos capaces de seguir caminando.
#Enrique Antonio Bribiesca Vadillo.
#Analista de cine, teatro y arte, desde una mirada psicológica y humana.
#EstamosconTv #periodismo #AlMomento
#canal32onlineestctv #PublicidadDigital79